La COVID-19 se considera principalmente una enfermedad respiratoria, con complicaciones como pneumonía, insuficiencia respiratoria hipóxica o síndrome de dificultad respiratoria aguda. Sin embargo, se han descrito subgrupos de pacientes con COVID-19 con síntomas gastrointestinales concurrentes, aparición de signos gastrointestinales antes de los síntomas respiratorios, o solo signos clínicos gastrointestinales con ausencia de síntomas respiratorios1. Los síntomas gastrointestinales en pacientes con COVID-19 consisten principalmente en diarrea, dolor abdominal, náuseas, vómitos y pérdida de apetito. La incidencia reportada por diferentes estudios varía ampliamente, del 3 al 39%1,2.
Con la perspectiva del tiempo, se ha podido constatar que un número considerable de pacientes con COVID-19 desarrollan secuelas a largo plazo de la infección, en particular fatiga y dificultad para respirar. También se han descrito síntomas gastrointestinales en el síndrome post-COVID, como dolor abdominal, náuseas, diarrea, anorexia y disminución del apetito, así como trastornos funcionales digestivos (TFD), incluyendo el síndrome del intestino irritable (SII) postinfección y la dispepsia funcional postinfección3.
Los TFD se definen como la presencia de una combinación variable de síntomas gastrointestinales que aparecen de forma crónica o recurrente y que no pueden explicarse por la presencia de alteraciones estructurales o bioquímicas. Los TFD postinfección son entidades reconocidas que aparecen después de una gastroenteritis aguda bacteriana, vírica o por protozoos4. El riesgo estimado de TFD postinfección es de aproximadamente 1 de cada 10 adultos después de una infección gastrointestinal aguda, mientras que la frecuencia de los TFD posteriores a la COVID-19 parece ser menor que la de otros TFD postinfección, lo que podría explicarse porque la COVID-19 es principalmente una infección respiratoria, y solo algunos de los pacientes desarrollan síntomas gastrointestinales agudos5.
Los TFD son trastornos de la interacción cerebro-intestino y son difíciles de manejar. Aunque rara vez son causa de mortalidad, sí conducen a una mayor utilización de asistencia médica tanto en la atención primaria como en la especializada, con tasas de hospitalización similares a las de enfermedades orgánicas como la enfermedad inflamatoria intestinal5.
Las estrategias para afrontar los TFD posteriores a la COVID-19 pasan por educar a los pacientes sobre la naturaleza de los TFD, minimizar pruebas innecesarias, gestionar las expectativas y tranquilizar a los pacientes5.
En los casos con síntomas leves, además de una explicación detallada del porqué de sus molestias digestivas, hay que recomendar a los pacientes la exclusión de fármacos o circunstancias que puedan exacerbar sus molestias, así como la adopción de algunas medidas dietéticas4. Entre estas, destacan:
Cuando los síntomas son más intensos, es necesaria la utilización de fármacos dirigidos específicamente a aliviar sus molestias, y solo cuando los síntomas son aún más intensos, o incluso incapacitantes, los pacientes deben derivarse a centros especializados para la utilización de medidas multidisciplinarias y de estudios especiales4.
Bibliografía
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