Las intolerancias alimentarias o como indica la Academia Europea de Alergología e Inmunología la “hipersensibilidad a los alimentos no alérgica” son reacciones adversas a los alimentos en las que no interviene el sistema inmunitario. Pueden suponer una gran incomodidad en el día a día de aquellas personas que las sufren, debido especialmente a las molestias gastrointestinales que les ocasionan flatulencia, hinchazón o diarrea. En este tipo de intolerancias, la más frecuente y conocida es la intolerancia a la lactosa, ahora bien, existen otras que cada vez adquieren más protagonismo, como es el caso de la intolerancia a la fructosa y al sorbitol.
La fructosa es un tipo de hidrato de carbono, concretamente un monosacárido, que se puede ingerir como sacarosa (disacárido formado por glucosa y fructosa), fructosa libre o como fructanos, se encuentra principalmente en frutas, verduras, miel y trigo. Además, puede utilizarse como aditivo, por ejemplo, en forma de jarabe de maíz alto en fructosa presente en algunas bebidas gaseosas o refrescantes. Por otro lado, el sorbitol pertenece a la familia de los polialcoholes y se encuentra de forma natural en frutas, pero también se utiliza como aditivo con función: edulcorante, espesante y humectante, conocido como E-420.
Las intolerancias son los síntomas asociados a las malabsorciones. En el caso de la fructosa, se produce por un déficit de transportadores para la fructosa en el intestino delgado (GLUT-2 y GLUT-5). Asimismo, la capacidad de absorción del sorbitol es limitada como consecuencia del déficit del trasportador intestinal específico GLUT-5 o por una alteración en la mucosa intestinal.
Los principales síntomas de las intolerancias tanto de la fructosa como del sorbitol son molestias intestinales (diarrea, dolor abdominal, hinchazón, etc.) provocadas por el paso de estas moléculas al colon, donde las bacterias las fermentan produciendo hidrógeno, CO2, metano y ácidos grasos de cadena corta, entre otros compuestos.
El diagnóstico de estas intolerancias se lleva a cabo mediante un test de hidrógeno espirado. En el caso de la intolerancia a la fructosa, en ocasiones se realiza una prueba de tolerancia a la fructosa, y/o como confirmación de diagnóstico se puede realizar una endoscopia para analizar muestras de la mucosa intestinal del paciente, con el fin de obtener un diagnóstico más específico.
Existe una larga lista de alimentos que contienen fructosa y sorbitol. En cuanto a la fructosa, la ingesta de este monosacárido puede darse de distintas formas: como sacarosa, es decir, una molécula de glucosa unida a una de fructosa, (en el azúcar de mesa, frutas y verduras), como fructanos, que son polímeros de fructosa (sobre todo se encuentran en verduras y trigo), o como fructosa libre (presente principalmente en la miel, así como en algunas frutas y verduras), Además de ser utilizado como aditivo con acción edulcorante1.
El sorbitol por su parte es un polialcohol que podemos encontrar de forma natural en ciertas frutas y verduras (manzana, pera, albaricoque, cerezas, ciruelas, higos, pasas, coliflor, champiñones)1 o como aditivo en fármacos y en productos alimenticios “sin azúcares” o “light”2 como chicles, golosinas o refrescos.
La incidencia de estas intolerancias ha ido aumentando progresivamente, lo cual puede deberse a un incremento en el consumo de ambos hidratos de carbono3. Por un lado, se ha observado que en las últimas décadas se ha dado un mayor consumo de fructosa, debido a su elevado poder edulcorante comparado con otros edulcorantes calóricos, que permite utilizar menos cantidad obteniendo el mismo grado de dulzor, por ello, actualmente se utiliza como sustitutivo de la sacarosa y otros hidratos de carbono con el objetivo de reducir el contenido calórico de los productos elaborados sin perder su poder edulcorante4. Y, por otro lado, se encuentra el sorbitol, cuyo consumo también ha aumentado especialmente por su presencia en gran cantidad de alimentos procesados, debido a su función como edulcorante, estabilizante y humectante.
De esta forma, para evitar los síntomas derivados de estas intolerancias es aconsejable limitar el consumo de los alimentos mencionados, y en esta línea, se ha detectado que la dieta baja en “FODMAP” es realmente efectiva para aliviar los síntomas resultantes de estas condiciones. Así, se ha comprobado que hasta tres cuartos de los pacientes podrían mostrar una respuesta positiva a la dieta en seis semanas o incluso menos, en menor tiempo5.
El término FODMAP corresponde al acrónimo en inglés de los siguientes hidratos de carbono: polioles, oligo-, di- y monosacáridos fermentables (fermentable oligo-, di-, monosaccharides, and polyols)5, los cuales se encuentran en numerosos alimentos comunes. Se trata de hidratos de carbono de cadena corta que, como bien dice su nombre, cuando no se absorben completamente en el intestino delgado son fermentados por las bacterias colónicas, aumentando el volumen de agua del intestino delgado y produciendo ácidos grasos de cadena corta y gas, lo cual induce síntomas funcionales gastrointestinales, como hinchazón, flatulencia, diarrea o dolor abdominal, entre otros2,6.
De esta forma, la dieta baja en FODMAP consiste en restringir completamente la ingesta de dichos alimentos durante uno o dos meses, y a continuación ir introduciendo paulatinamente alimentos con bajo contenido en FODMAP, con el objetivo final de aumentar la tolerancia a estos alimentos y conocer cuáles son los que producen síntomas para que, al dejar de consumirlos aumente la calidad de vida de los pacientes. Así, tanto la fructosa como el sorbitol, ambos pertenecen a este grupo, por lo que realizar una alimentación restringiendo los alimentos FODMAP puede ser una muy buena opción para intolerantes a estos hidratos de carbono. Sin embargo, para realizar de manera adecuada dicha dieta y para asegurar su eficacia a largo plazo es fundamental contar con el seguimiento y monitorización de un dietista-nutricionista7.
Además de seguir una dieta baja en FODMAP, existen otras recomendaciones de alimentación que pueden servir a aquellos que padecen una intolerancia a la fructosa o al sorbitol.
Bibliografía
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