La llegada de la primavera trae consigo un aumento de los trastornos relacionados con las malas digestiones, como el reflujo gastroesofágico, la gastritis y las úlceras pépticas1. Esto se ha relacionado con los cambios en la ingesta de alimentos, la actividad física, la temperatura y la duración de la luz natural1,2. Por eso, en primavera debemos ser especialmente cuidadosos con nuestra alimentación y aportar a nuestro sistema digestivo alimentos que favorezcan la digestión y el equilibrio de la microbiota intestinal.
La microbiota intestinal desempeña un papel esencial en la salud humana y en la prevención de enfermedades. Estos microorganismos microbianos cumplen numerosas funciones que van desde la protección frente a la invasión por agentes patógenos y el desarrollo del sistema inmunitario a la colaboración en la digestión de componentes de la dieta y la provisión de vitaminas y otros nutrientes esenciales3.
La dieta parece ser un elemento clave para la relación simbiótica entre los microorganismos del intestino y el huésped, de modo que este proporciona hábitat y nutrición a las comunidades del tracto intestinal, y estas contribuyen a la salud del huésped. Por esta razón, la dieta puede influir, modular la estructura y la composición de las comunidades microbianas a través del consumo de ingredientes específicos3.
Unos de estos ingredientes son los prebióticos, compuestos no digeribles que, a través de su metabolización por microorganismos en el intestino, modulan la composición y / o actividad de la microbiota intestinal confiriendo así un efecto fisiológico beneficioso sobre el huésped4.
Los prebióticos, como los fructooligosacáridos y los galactooligosacáridos, estimulan principalmente la proliferación de Lactobacillus y Bifidobacterium, dos bacterias beneficiosas para el organismo, lo que, a su vez, mitiga el desarrollo de bacterias potencialmente patógenas o de organismos productores de gas como el Clostridium que podrían inducir efectos secundarios no deseados5.
Los prebióticos favorecen la función intestinal aumentando el volumen fecal, ablandando las heces y la frecuencia de la defecación, a través de diversos mecanismos que modulan las respuestas motoras locales del intestino6.
Además, los prebióticos modulan el sistema inmune, bien influyendo directamente sobre células inmunes, o bien mejorando la función de barrera intestinal al estimular la proliferación de las células epiteliales intestinales7.
De forma natural, podemos encontrar altos niveles de polisacáridos y fibras dietéticas con efectos prebióticos en muchas verduras, semillas y frutas, como la cebolla, espárragos, alcachofas, centeno, avena, plátanos y kiwi.8 En particular, el kiwi gracias a su proporción de fibra insoluble y alto contenido en polifenoles ha demostrado en diversos estudios inducir cambios beneficiosos en la microbiota intestinal, favoreciendo el crecimiento de Lactobacillus y Bifidobacterium y reduciendo la cantidad de bacterias patógenas9.
Referencias:
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