En la actualidad, el aumento insostenible de la prevalencia y el coste de las enfermedades crónicas requiere de intervenciones asequibles y de gran impacto que puedan incorporarse fácilmente en la vida cotidiana de las personas (1). La medicina culinaria surge como una posible respuesta a esta situación.
Es un concepto muy reciente, del que aún no existe una definición universal. Por ejemplo, en un estudio publicado en la revista Population Health Management se define como un nuevo campo de la medicina basado en la evidencia que combina el arte de los alimentos y la cocina con la ciencia de la medicina (2). Y así, podemos ir encontrando definiciones similares pero que siguen el mismo concepto.
El objetivo principal de la medicina culinaria es intentar capacitar al paciente, como medida de prevención primaria, para que sepa cuidar de sí mismo de forma segura y eficiente a través de la adquisición de conocimientos sobre una correcta gestión de su alimentación.
Es importante destacar que su práctica no está exenta de prescripción farmacológica, pero se centra en la integración del conocimiento culinario según el nivel de habilidades, presupuesto, estilo de vida y cultura del individuo. Considera las restricciones socioeconómicas y las preferencias culturales en la planificación de las comidas, lo que fomenta unos cambios de hábitos duraderos en el tiempo. Estas consideraciones generan una terapia práctica orientada a objetivos y sensible a las necesidades del paciente. Este diálogo mejora la comprensión del paciente sobre la preparación de alimentos saludables y ayuda a aliviar las barreras percibidas relacionadas con el coste y el tiempo (3). La medicina culinaria también se basa en la capacitación de los propios médicos a mantener un estilo de vida saludable para después poder dar ejemplo y tener mayor confianza en sí mismos a la hora de dar respuestas, consejos y recomendaciones. Dicha conducta es importante, ya que los hábitos de salud de los médicos predicen mejores prácticas de asesoramiento sobre alimentación a sus pacientes (2).
Algunos podrían dudar de la necesidad de esta disciplina. Los médicos ya ofrecen consejos sobre alimentación a sus pacientes, y los dietistas y especialistas en nutrición cuentan con formación especializada para hacerlo. Sin embargo, la mayoría de los clínicos no han sido capacitados en habilidades o preparación culinarias, ni en nutrición conductual, incluidos los patrones de alimentación, los cuales influyen en la adherencia, la calidad, la cantidad y el consumo del paciente. La mayoría de los profesionales sanitarios tampoco han sido entrenados para comprender los mecanismos por los cuales los alimentos influyen en el metabolismo, la inmunidad, la fisiopatología o el bienestar (2). Además actualmente en muy pocos centros de atención primaria está consolidada la figura del dietista-nutricionista.
En este sentido, en un artículo publicado en la revista JAMA, de forma muy práctica, se detallan los posibles puntos a tener en cuenta en la consulta, como médicos, para dar mejor asesoramiento en alimentación (4):
Os podéis ayudar de herramientas como cuestionarios validados, por ejemplo, el MEDAS del estudio PREDIMED, para poder valorar rápidamente sus hábitos alimentarios actuales. Incluso resulta interesante que realicéis vuestra propia autoevaluación, para detectar de base qué aspectos hay que mejorar de vuestra propia alimentación. Por ejemplo, podréis detectar si estáis realizando un correcto consumo de hortalizas y verduras (lechuga, col, calabacín, berenjena…) o de frutas frescas (fresas, manzana, melocotón, sandía, kiwi, limón…).
Intentar hacerlo de manera motivacional, no paternalista, para que el paciente pueda comentarnos sus barreras al cambio.
Tener que cambiar muchos hábitos de por vida puede parecer abrumador, es mejor dar pequeños consejos, pero efectivos, que perduren a largo plazo.
Hoy en día existen muchos cursos extracurriculares de medicina culinaria o de entrevista motivacional que os pueden interesar para vuestro día a día en la consulta.
Empoderar y apoyar a vuestros pacientes es un proceso continuo.
Por ejemplo, si sois médicos de atención primaria no tenéis porqué abordar solos todas las recomendaciones, intentad derivar a otros profesionales especialistas cuando lo consideréis oportuno.
Sin embargo, para poder poner en práctica este asesoramiento es importante tener de base unos buenos conocimientos sobre los factores que pueden influir en la alimentación del paciente (economía, cultura, religión, rutina…) y tener desarrolladas ciertas habilidades culinarias, que al fin y al cabo son la parte práctica de la alimentación.
En este sentido, hoy en día, son muchas las universidades o entidades que ofrecen diferentes cursos de medicina culinaria, ya sea enfocada a médicos o diferentes tipos de personal sanitario o a pacientes y familias en la prevención o tratamiento de enfermedades. Desde Fundació Alícia llevamos ya años trabajando con esta filosofía, aplicando el conocimiento culinario junto con el rigor científico para promover unos buenos hábitos alimentarios en la población en general o para dar respuesta a las personas con restricciones alimentarias.
Referencias
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