El estreñimiento es un problema muy común que tiene un impacto negativo en las personas que lo padecen, ya que causa dolor abdominal agudo y sensación de plenitud e hinchazón, y disminuye la calidad de vida1. Algunos factores que se asocian con el estreñimiento son la deshidratación, la falta de actividad física, una ingesta insuficiente de fibra y el estrés1,2.
La relación entre el estreñimiento y los estados emocionales, entre ellos el estrés, se explica por la comunicación bidireccional existente entre el intestino y el sistema nervioso central (SNC), que vincula los centros emocionales y cognitivos del cerebro con las funciones y mecanismos intestinales, como la activación inmunitaria, la permeabilidad intestinal y el reflejo entérico. Es lo que se conoce como eje intestino-cerebro2.
Trillones de células nerviosas recubren nuestro intestino y envían señales a nuestro cerebro sobre lo que está pasando con las bacterias intestinales, la digestión y la salud intestinal en general. Por esta razón, al intestino se le llama el “segundo cerebro”. A su vez, el cerebro también envía señales al intestino, por ejemplo, para prepararle para la digestión de los alimentos que vamos a ingerir en la próxima comida2,3.
En general, el estreñimiento no suele producirse por emociones positivas como la alegría o la felicidad, sino por emociones más negativas como la tristeza, el estrés, la ansiedad o la depresión.
Cuando estamos bajo situaciones emocionalmente estresantes, el cerebro activa nuestra respuesta de lucha, huida o inmovilización, liberando hormonas como el cortisol y la epinefrina que afectan directamente la digestión y la función intestinal. Estas hormonas redirigen el flujo de sangre desde el intestino a órganos vitales como el cerebro y el corazón y, como resultado, el movimiento intestinal se ralentiza y puede producirse estreñimiento3.
Además, el estrés puede afectar a las bacterias saludables normales en el intestino, la llamada microbiota, que desempeña un papel clave en el mantenimiento de las funciones fisiológicas del huésped, como la digestión y el metabolismo, el trofismo y el desarrollo de los sistemas inmunitarios sistémico y de las mucosas. El desequilibrio de la microbiota, también conocido como disbiosis, puede causar inflamación en el intestino, lo que ralentiza la digestión y causa estreñimiento3,4.
En el caso de la depresión, la relación con el estreñimiento tiene que ver con los niveles de serotonina, un neurotransmisor que regula el desarrollo y funciones a largo plazo del SNC y del sistema nervioso entérico, incluida la motilidad gastrointestinal y el estado de ánimo. Además de jugar un papel en el estado de ánimo, la serotonina también afecta la rapidez con la que la comida se mueve a través del intestino5.
Cuando existe estreñimiento emocional, es importante cuidar el intestino. Y para ello, es esencial incluir en la dieta alimentos que beneficien al sistema digestivo y contribuyan a recuperar el ritmo y la salud intestinal. Esto significa añadir verduras a todos nuestros platos, elegir de postre una fruta que ayude a la motilidad intestinal, como el kiwi o las ciruelas, y beber agua abundante para facilitar el tránsito de las heces por el colon y su expulsión6.
Pero, además, debemos realizar con regularidad ejercicio, que mejora la motilidad intestinal, dormir las horas suficientes y llevar a cabo actividades relajantes que nos ayuden a manejar las emociones. Porque cuando el estreñimiento es por causa de nuestras emociones, solo mejorando nuestro estado emocional conseguiremos normalizar el ritmo de nuestro intestino6.
Bibliografía
déjanos un comentario